Libertad de circulación

Frente a la incapacidad de los gobiernos, promovamos una política migratoria alternativa

Frente a la incapacidad de los gobiernos, promovamos una política migratoria alternativa

Con motivo del Día Mundial de los Refugiados, Emaús Internacional recuerda la importancia de la acogida incondicional de los migrantes en nuestra sociedad, frente a la falta de respeto por parte de estados y gobiernos de su deber de hospitalidad y humanidad.

© Adam Fagen

Emaús Internacional lleva años defendiendo una gobernanza alternativa de las migraciones. En el movimiento Emaús, las migraciones no se ven como un fracaso, un coste o una cuestión electoral, sino como un derecho fundamental: todo ciudadano tiene derecho a circular libremente, como nos recuerda la campaña Artículo 13 con sus numerosas iniciativas en defensa de la libertad de circulación.

“La migración es un derecho” es también el lema de la OCU –organización impulsada por Emaús Internacional, Utopia y France Libertés– que reivindica la ciudadanía universal y defiende que ningún ser humano es ilegal. Este posicionamiento implica tratar la cuestión de las migraciones con solidaridad, y no únicamente desde el prisma legislativo.

Dicho de otro modo, es nuestra responsabilidad implicarnos en la construcción de una política migratoria alternativa, sin dejar esta competencia únicamente en manos de los estados, sino también de los agentes sociales y asociativos, de los representantes de las administraciones locales y regionales y de los propios migrantes.

Esta dinámica se promueve precisamente desde la Convención Nacional sobre Migraciones de la que Emaús Internacional es miembro. Los estados no pueden ser los únicos responsables de la acogida y la integración de los migrantes en la sociedad, y los últimos eventos demuestran hasta qué punto son incapaces de desempeñar esta responsabilidad.

Crisis de solidaridad con la crisis del Aquarius

El pasado lunes 18 de junio, el Aquarius, barco fletado por la ONG SOS Méditerranée, encontró refugio en el puerto de Valencia (España) tras haber salvado el 10 de junio a 629 migrantes procedentes de Libia. La espera ha durado 8 días más de lo necesario, durante los cuales el Aquarius ha tenido que dar vueltas en el agua, dificultando aun más las condiciones ya de por sí precarias de las personas que viajaban a bordo, mientras los gobiernos europeos preferían cerrar puertos y derivar la responsabilidad de la acogida en sus respectivos vecinos.

El Aquarius, que realizó el rescate entre las islas de Malta y Sicilia, tuvo que hacer frente a un “no” categórico por parte de Roma y La Valeta, a pesar de que el derecho marítimo establece que deben cooperar, lamentan los expertos jurídicos de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Lejos de cooperar, Matteo Salvini, el nuevo ministro del Interior de Italia, del partido de extrema derecha Liga Norte, se jactó incluso de bloquear la entrada del Aquarius, que tachó de “servicio de taxi marítimo”.

Por su parte, La Valeta manifestó inmediatamente que a Malta no le concernía esta situación, ya que se había negado a aceptar las enmiendas del Convenio Internacional sobre Búsqueda y Salvamento Marítimos (ostentando así el dudoso privilegio de ser el único Estado del mundo que las ha rechazado, como recuerdan irónicamente cuatro juristas europeos en una tribuna en Le Monde del 17 de junio).

© Gustave Deghilage

La irresponsabilidad de los gobiernos y la falta de una política europea común

Más allá de los aspectos jurídicos, esta “crisis del Aquarius” es significativa por el aspecto humano. La realidad es inapelable: frente a la situación de peligro de 629 personas, los dirigentes europeos (exceptuando el nuevo Gobierno español del socialista Pedro Sánchez) han preferido insultarse, crear enredos diplomáticos u ocultarse tras un silencio cortés en lugar de actuar con eficacia y dignidad.

En primer plano, el Gobierno de Macron, que, haciendo oídos sordos a la propuesta de Córcega de abrir uno de sus puertos, se limitó a criticar “un cierto cinismo e irresponsabilidad” por parte del Gobierno italiano. No obstante, Sophie Rahal, portavoz de SOS Méditerranée, recordó ante los micrófonos de France Culture que Italia ha acogido a 700 000 migrantes en los últimos cinco años.

La realidad de la acogida de migrantes en Francia es bien distinta. Cabe recordar que la Comisión Europea instauró en 2015 un programa de reubicación de solicitantes de asilo por el que se repartían las solicitudes de 100 000 migrantes entre diferentes Estados miembros de la Unión Europea.

A modo de ejemplo, Francia se comprometió a examinar las solicitudes de asilo de 7115 migrantes procedentes de Italia. En realidad, solo ha acogido a 635 migrantes, es decir, el 9% de su cuota, como revelan las últimas cifras de la Comisión Europea (de mayo de 2018).

Así pues, Francia se encuentra entre los Estados que menos respetan ese compromiso común de reubicar a los migrantes procedentes de Italia: Alemania, en cambio, ha cumplido el 52% de su cuota, los Países Bajos, el 48%, y Bélgica, el 33%.

La solidaridad internacional, pisoteada

Desde su elección, el presidente francés ha establecido una política de acogida de migrantes extremadamente restrictiva, desoyendo las voces de alarma de las asociaciones y la sociedad civil.

Al contrario, se han producido claros retrocesos y se han aplicado mecanismos liberticidas, que se pone de manifiesto en el proyecto de ley del ministro del Interior, Gérard Collomb: se reducen los plazos para presentar las solicitudes de asilo y los recursos, se simplifica la expulsión de los migrantes cuyas solicitudes hayan sido denegadas y se generaliza la prohibición de circulación o estancia en el territorio francés mediante un refuerzo del sistema de retención.

El arsenal de medidas liberticidas desplegado por el Gobierno de Macron no tiene precedentes, y conduce peligrosamente hacia una política orientada resueltamente a la exclusión en lugar de a la acogida y la inclusión. Emaús Internacional deplora este enfoque, que es contrario a la solidaridad y a los valores de acogida universal que el movimiento Emaús promueve desde su creación.

Existen serias dudas acerca de la capacidad de los gobiernos europeos para abordar las migraciones no en términos de “crisis”, sino planteando soluciones comunes a largo plazo. No se pueden seguir aplicando los acuerdos cínicos que menoscaban la dignidad de las personas migrantes y el respeto de sus derechos fundamentales, ni el arsenal jurídico liberticida (reglamento de Dublín, proyecto de ley Collomb…).

Las nociones de solidaridad internacional y respeto de los derechos humanos deberían prevalecer sobre las lógicas económicas y diplomáticas que rigen actualmente. La acogida incondicional y digna es un valor fundamental que define la identidad de Emaús, al igual que la instauración de una ciudadanía universal.

En este Día Mundial de los Refugiados, no olvidemos que debemos aplicar estos valores en el día a día para que prevalezca la solidaridad ciudadana, especialmente en el actual contexto de crisis de las políticas migratorias y de incapacidad de los Estados para promover una acogida digna.