Clima y medio ambiente

La respuesta a la emergencia climática tiene que ir de la mano con la reducción de las desigualdades

La respuesta a la emergencia climática tiene que ir de la mano con la reducción de las desigualdades

Lo confirman las voces expertas en el tema: las consecuencias del calentamiento global son mucho más rápidas e imprevisibles de lo previsto. Por desgracia, los acontecimientos más recientes tampoco dejan lugar a dudas: temperaturas récord en la India en el mes de mayo, lluvias torrenciales y mortíferas en Recife (Brasil) hace unos días… Las catástrofes son cada vez más frecuentes y afectan en primer lugar a las poblaciones más pobres. Los grupos Emaús, que acogen diariamente a personas excluidas de nuestras sociedades, también se ven afectadas y nos lo cuentan.

Durante varias semanas, la población de la India aguantó temperaturas de hasta 50° C que agravaron el día a día de los más pobres, cuyas condiciones de vida —superpoblación, acceso al agua potable, precariedad energética— no permiten soportar este tipo de fenómenos. Sabiendo también que cientos de millones de personas en la India dependen de la agricultura para subsistir y que estas olas de calor y sequía serán cada vez más frecuentes, no podemos más que preocuparnos por las consecuencias que esto tendrá para quienes viven en la pobreza. Poppy John Xavier, miembro de Emaús Kudumbam en la India, nos explica: «El impacto del cambio climático en la agricultura es uno de los problemas más serios en la India, puesto que es un país agrícola, con un 15 % de las tierras regadas por ríos, un 15 % por depósitos y pozos, y un 70 % por la lluvia. En los últimos 40 años, la frecuencia de las sequías ha aumentado cada cinco años, así como el intervalo entre dos días de lluvia. La pérdida de las cosechas y el endeudamiento empujan a los agricultores al éxodo de las zonas rurales hacia los barrios de chabolas».

Lo mismo ocurre en Recife, región del noreste de Brasil devastada hace poco por las lluvias. El calentamiento global acelera la frecuencia y la violencia de las precipitaciones extremas y arrasa con barrios enteros, la gran mayoría de ellos muy pobres. Leandro Patricio, miembro del grupo Emaús Recife, explica: «Según los medios de comunicación locales, ya hay 127 personas fallecidas y más de 9000 se han quedado sin vivienda. Es la mayor catástrofe natural de la historia del Estado de Pernambuco. Los gobiernos locales se ven obligados a alojar a las familias en escuelas públicas». Recife es actualmente una de las ciudades del mundo más amenazadas por el cambio climático. Igualmente, es la que presenta los indicadores de pobreza más alarmantes del país debido a varios factores: distribución desigual de tierras y de ingresos, servicios públicos deficientes, economía principalmente agraria, etc. Las poblaciones pobres, forzadas a vivir en viviendas construidas en zonas de riesgo, son las primeras víctimas de estas catástrofes.

Los impactos económicos, sociales, sanitarios y alimentarios de este calentamiento del clima son cada vez más preocupantes a nivel mundial, ya que afectan a todas las regiones del mundo. ¿Y qué respuestas se aportan realmente?

Según el GIEC, los hogares con un nivel de renta situado en el 10 % más elevado son los responsables de un 34 % a un 45 % de las emisiones globales de gases con efecto invernadero derivadas del consumo. Dos tercios de estos hogares viven en países desarrollados. ¿Cuál es, entonces, la conclusión? La justicia climática y la justicia social están intrínsecamente relacionadas. Por lo tanto, de ahora en adelante, los países más ricos y sus gobiernos no solo deben ayudar a las primeras víctimas del cambio climático, sino también actuar sobre las desigualdades. En este sentido, los grupos Emaús son también los primeros en dar ejemplo, a pesar de que sus medios son limitados. Tal y como lo explica Poppy John Xavier, «Kudumbam ha fomentado la agroecología formando a los agricultores y distribuyendo semillas resistentes al clima. Acompañamos al campesinado en la transición del monocultivo hacia la diversificación de los cultivos, lo cual garantiza la seguridad alimentaria. Les enseñamos cómo adoptar distintas técnicas de retención de las aguas y sensibilizamos a los estudiantes sobre el cambio climático y la necesidad de cambiar la sociedad adoptando técnicas que protejan el medio ambiente».

Es urgente tomar conciencia de todo esto. Los cien mil millones de dólares anuales que los países desarrollados prometieron en la COP15 en 2009 para ayudar a los países más pobres a luchar contra las consecuencias del cambio climático siguen sin distribuirse. Con ocasión del 50° aniversario de la primera conferencia internacional sobre el clima, las Naciones Unidas organizaron la semana pasada la cumbre Estocolmo +50, una gran conferencia internacional sobre el medio ambiente. Al final de la cumbre, los Estados miembros y las partes implicadas adoptaron varias recomendaciones, como por ejemplo: situar el bienestar humano en el centro de un planeta saludable y de la prosperidad universal, reconocer y aplicar el derecho a un entorno natural limpio, saludable y sostenible, y adoptar cambios sistemáticos en el funcionamiento de nuestro modelo económico. Esperemos que a partir de ahora los gobiernos pasen de las palabras a los actos, ya que durante todos estos años no han hecho gran cosa en comparación con la urgencia de los cambios necesarios.