“SÍ podemos construir una sociedad diferente”

“SÍ podemos construir una sociedad diferente”

Invitada al Foro Mundial de las Alternativas, la brasileña Mônica Benício, defensora de los derechos humanos y pareja de Marielle Franco, nos habló del papel que desempeñan los movimientos sociales en la resistencia frente al fascismo, especialmente en su país, donde la extrema-derecha lidera las intenciones de voto de la segunda vuelta de las presidenciales.

© David Sinza

«Desde los 17 años, milito a favor de los derechos humanos, especialmente los de la comunidad LGTB, y lucho contra el genocidio de la población negra y la segregación urbana de los habitantes de las favelas.

El lugar que ocupaba en esta lucha cambió cuando, el pasado 14 de marzo, mi pareja fue salvajemente asesinada en Río de Janeiro. Para quienes no la conocieran: Marielle Franco era la única concejala negra de esta ciudad. Fue la quinta representante municipal con más votos (46 502), un resultado muy significativo para Río, especialmente teniendo en cuenta que era la primera vez que se presentaba a las elecciones. Su mandato debía durar cuatro años, pero la ejecutaron tras apenas un año y tres meses, en un país gobernado por hombres blancos, heterosexuales, fundamentalistas LGTBfóbicos, racistas y machistas que están poniendo en peligro la democracia (o, mejor dicho, la falsa democracia) de Brasil.

Para entender nuestro contexto político, hay que recordar que este país se ha construido a partir de procesos extremadamente violentos: hemos sufrido tres siglos de esclavitud y dos dictaduras sanguinarias. En la actualidad, Brasil sigue masacrando a sus comunidades autóctonas, a la población negra y a los vecinos de las favelas. El índice de feminicidios no deja de aumentar, porque a las mujeres se las está matando por el hecho de ser mujeres. Brasil es el país donde más asesinatos se cometen contra la población LGTB y contra los defensores de los derechos humanos. También somos uno de los Estados en los que más aumenta la población carcelaria. ¿Y quién va a la cárcel? Pues los jóvenes. Sobre todo, los jóvenes negros y pobres.

Brasil suele encabezar todas estas trágicas listas, y yo me movilizo precisamente contra esta situación, porque quiero contribuir a aportar una solución colectiva a las dificultades del país, pero también porque la ola de conservadurismo y fascismo está ganando fuerza en Latinoamérica y en el resto del mundo.Los movimientos sociales que existen hoy en Brasil son variados. Algunos cuentan con una representación muy importante, como es el caso del MST (Movimiento sin Tierra) o del MTST (Movimiento de los Trabajadores Sin Techo), presentes en este Foro. Sin embargo, el que está mejor organizado es el movimiento feminista. Se trata de un movimiento que lucha con una enorme fuerza contra el fascismo y que está ocupando las calles para defender que la vida y el cuerpo de las mujeres les pertenecen exclusivamente a ellas y para exigir la legalización del aborto y la condena de los feminicidios. Estas luchas feministas están muy presentes en la sociedad brasileña y en toda Latinoamérica, porque, por ejemplo, si hablamos de la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo, aquí se están dando casos de personas a las que ni siquiera se les practican los abortos autorizados. ¿Y qué mujeres mueren por culpa de la penalización de la interrupción del embarazo? Precisamente las mujeres pobres, negras, procedentes de las favelas, que no tienen los recursos económicos necesarios para abortar en las clínicas clandestinas, donde podrían estar seguras de que se les practicaría la intervención.

Así pues, el contexto actual de Brasil es muy peligroso. Además, ahora estamos en plena campaña de las elecciones presidenciales y el candidato que encabeza las encuestas de intención de voto se declara abiertamente fascista. Brasil se enfrenta hoy a un enemigo fascista claramente identificado, que se llama Jair Bolsonaro: un hombre que se reconoce racista, machista, LGTBfóbico y defensor de la legalización generalizada de las armas. Mantiene un discurso de odio y violencia muy potente y está avanzando entre los votantes, según las encuestas. Personalmente, lo que me preocupa no es solo él, sino también, y sobre todo, el modelo de sociedad que pretende llevarlo hasta el poder porque está convencida de que beneficiará de algún modo al país. Incluso cuando está claro que, si obtiene la victoria, las mujeres, los negros, la comunidad LGTB y los ciudadanos de las favelas seguirán muriendo y Brasil seguirá encabezando las trágicas listas a las que me referí hace unos instantes.

Marielle vivía en carne propia todas las causas que defendía: era mujer, negra, lesbiana y feminista, y su asesinato es un intento evidente de silenciar todo aquello que representaba. Detrás de su muerte se encuentran la Policía y ciertos políticos, es decir, el Estado, lo que es una prueba más de hasta qué punto está amenazada nuestra democracia. El mensaje que se ha querido lanzar es rotundo: no estamos dispuestos a tolerar este tipo de representación en nuestros espacios de poder, dominados, como dije antes, por hombres blancos, heterosexuales y fundamentalistas. Así pues, nuestra democracia corre peligro. Y algo aún más grave: ya han pasado más de seis meses desde el asesinato de la única concejala negra de Río de Janeiro y todavía no sabemos qué pasó. No se ha esclarecido este delito, que, sin duda, es un delito de odio. Y eso, a pesar de que el mundo entero se conmocionó al conocer el asesinato de Marielle y está exigiendo justicia. Aquí ya no se trata solamente de hacer justicia a Marielle, sino también de garantizar la democracia. Resolver correctamente su asesinato (algo que Brasil no suele hacer) significaría que seguimos intentando defender la democracia.

© Emmaüs International

A pesar de que los movimientos sociales resisten, hoy en día están sufriendo un problema de cohesión. La izquierda se encuentra muy fragmentada, mientras que la derecha, bien organizada, sigue matándonos, sigue subiendo en las encuestas y sigue construyendo un proyecto político que excluye a la mayor parte de la población de Brasil, un país en el que unos pocos tienen mucho, mientras que muchos no tienen absolutamente nada.

Brasil está volviendo atrás, a épocas en las que se pasaba hambre. El índice de pobreza ha subido de nuevo y el país está haciendo caso omiso de las peticiones de organizaciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la Organización de los Estados Americanos (OEA) o la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).Desde luego, la democracia no consiste simplemente en el derecho a votar. No puede entenderse como un mero proceso electoral que tiene lugar cada cuatro años. La lucha por la democracia es un combate diario en defensa de los derechos de la ciudadanía, de la garantía de una calidad de vida adecuada, algo que tanto escasea en Brasil y que para el Gobierno no constituye una prioridad. Nuestro presidente actual ha usurpado el poder a través de un claro golpe de Estado. Expulsó de la presidencia a una mujer que había sido elegida legítimamente y sin que existiera ningún motivo legislativo concreto que justificara el proceso de impeachment (palabra que significa «procesamiento»; se trata de un procedimiento procedente de Estados Unidos que permite que el poder legislativo destituya a un alto cargo público). En la actualidad, Lula es un preso político. Se lo ha encarcelado, se lo ha aislado, y es evidente para qué: para excluirlo del proceso electoral, porque representaba una amenaza. Todas las encuestas vaticinaban que saldría reelegido. Así, Brasil está viviendo una sucesión de golpes de Estado y no consigue defender su democracia de treinta años y formar a una generación dentro de un modelo de sociedad democrática que esté libre de golpes de Estado, dictaduras y oleadas de asesinatos.

Para mí, como brasileña, resulta muy inquietante pensar que este panorama prácticamente no tiene solución y comprobar que a los movimientos sociales, aun siendo fuertes por separado, les cuesta organizarse colectivamente para poner en marcha un proceso de ocupación de las calles y plantar cara a la violencia policial. Brasil es un Estado muy violento, que reprime constantemente las manifestaciones para tratar de hacernos callar. Este país se ha creado a base de sangre y violencia, y son estos los cimientos sobre los que la sociedad se construye y afirma su identidad y sus valores culturales, que giran en torno a la idea de que hay que resignarse, porque Brasil está corrompido, porque todos los políticos son iguales, porque no hay salida posible, ¡ni para la corrupción ni para el país!

En mi opinión, una de las cuestiones que deberíamos abordar es la creación de un nuevo modelo de debate social y mediático, porque Brasil también está férreamente controlado por sus medios de comunicación, que constituyen una de las industrias más poderosas del mundo, con una capacidad absurda para generar discriminación. En el contexto de un proceso cultural, esta industria ha demostrado que somos extraordinariamente pacifistas y que nos limitamos a contemplar todo tipo de barbaridades en la televisión, dando por sentado que la política es así y asá y que no podemos hacer nada para evitarlo.

Por eso pienso que, ante todo, tenemos que impulsar un cambio cultural para cambiar nuestros valores y entender que sí podemos construir una sociedad diferente. Y esto es aplicable a todo el planeta, no solo a Brasil. Necesitamos personas que tengan la esperanza de que otro mundo es posible y que, más allá de la esperanza, muestren resiliencia, resistencia y valentía para hacer lo que estamos haciendo hoy aquí: coordinar nuestras iniciativas, construir juntos y luchar para conseguir un cambio social. No es precisamente a través de las redes sociales como vamos a conseguir un cambio real de la sociedad, y esto es algo que me preocupa mucho: las nuevas generaciones se limitan a debatir en Internet sobre nuevos modelos de sociedad y carecen de la solidaridad y la empatía necesarias para ocupar las calles y responderle al Estado que el cambio existe y que ya está en marcha. Los movimientos feministas suelen decir que solas estamos bien, pero juntas estamos mejor. Creo que este Foro Mundial de las Alternativas es crucial para demostrar que, si avanzamos de la mano, conseguiremos construir un proyecto diferente de sociedad y un mundo mejor». 

Ginebra, 18 de septiembre de 2018