Mensaje del Abbé Pierre - Navidad 1955

Un año después de su sonado llamamiento del invierno del ‘54, el Abbé Pierre se expresa en la edición especial de Navidad de la revista Faim & Soif, recordándonos, con palabras incisivas, la importancia de luchar contra la pobreza y de ayudar a la gente desfavorecida y, sobre todo, de no perder el ímpetu de nuestra indignación inicial. Igualmente, nos habla del trabajo de consolidación del movimiento Emaús y de la creación de vínculos con organismos de otros países, como Canadá, Argentina, Perú, Japón, Dinamarca, la India y diversos países de África, en un momento en que las luchas que llevaba a cabo el movimiento Emaús empezaban a tener eco a nivel internacional.

Mensaje del Abbé Pierre, Navidad 1955 – Revista Faim & Soif n°10

¡NAVIDAD! ¿NAVIDAD?

El grito de alegría «¡Ha nacido un niño!», se ha convertido ahora, en tantos lugares del mundo —tantos lugares que deberían ser hogares para cunas, y solo son tugurios en los que no encerraríamos ni un animal— en el lúgubre estupor de padres al borde de un ataque de nervios, en la noticia de una agravación de la angustia, de la aceleración de la caída en la desesperanza, la enfermedad, la locura y la muerte.

¡Navidad!

¿Acaso las civilizaciones no merecen ser juzgadas según si el nacimiento de un bébé se considera una bendición o una maldición?

No había sitio para Jesús en las casas de la gente, ni en el fasto de las moradas de los notables que «necesitan calma», ni en los mesones «que no quieren niños», ni en los inmuebles en alquiler donde solo se acepta a «gente que ofrece todas las garantías».
Situaciones inextricables, a menos que los poderes públicos se mantengan fieles a su función: proteger a los más vulnerables, a los más pequeños, a quienes más sufren, porque son quienes necesitan a los poderes públicos para ser servidos y salvados de la destrucción. A los fuertes esto les trae sin cuidado (a menos que los hayan puesto bajo tutela). Para los fuertes, cuanto menos Estado, más seguridad para sus intereses y su situación.

Si la Vírgen María, esta noche, agotada del viaje, sin contactos y sin riquezas, llegase a cualquier ciudad del mundo, díganme ¿dónde encontraría sitio para dormir sin pelarse de frío? O Jesús recién nacido ¿descansaría acaso entre nosotros en sus primeras horas? O, quizás, después de haber pasado por la sala de partos y por el centro maternal, o, pasados los plazos, Nuestra Señora y su marido, el carpintero pelado, y su bébé, ¿tendrían que irse a esconder su desolación de familia humilde?
Son cientos de miles, en todas las ciudades del mundo, los pequeños que sufren demasiado porque todos nosotros, los afortunados o no tan desafortunados, más tontos que los animales del establo —que, por lo menos, calentaban el pesebre con su respiración—, dormimos indiferentes, mientras que los tugurios rebosan de niños que lloran y de padres y madres que se agotan, cuyo valor y esperanza se desvanecen, junto con su salud, ante esta adversidad desmedida.

Es cierto que damos muestras de veleidad, tenemos momentos de ímpetu.
El invierno de 1953-1954 en Francia fue la insurreccíon que todos conocemos. Permitió ciertos logros, iniciar reformas que dan frutos, que maduran muy lentamente, muy escasos, sin duda, y todavía imperfectos, pero existen y crecen y se multiplican.
El invierno siguiente fue el periódico L’Humanité el que, con sus numerosos artículos, a veces muy injustos y estériles, nos echaba en cara nuestra vergüenza común de incapaces de dar alojamiento a los niños de Francia.
Y, de nuevo, en este invierno de 1955-1956, los diarios, uno por uno, primero L’Aurore, luego France-Soir y alguno más, toman la iniciativa e “inauguran la temporada”.
¡Ojalá siga habiendo tanto ahínco en todos, una vez pasadas las elecciones, y que los sin techo no vuelvan a ser de “escaso interés” una vez escrutados los votos!
Porque la injusticia es peor, más fea y aún más intolerable, cuando, esfumado el interés de un día, enterrada en el olvido, resulta evidente que solo suscitó interés como “tema” fugazmente útil y no como necesidad tenaz de traducir el amor en actos.

Desgraciados nosotros, los demasiado cobardes, si, habiendo visto, olvidamos de nuevo, si ignoramos que, ante tanto dolor sin sentido, nada está hecho mientras quede algo por hacer.
En materia de injusticia, no es la cantidad la que hace al ser humano, es el hecho en sí de la injusticia.
Una sola persona inocente, delante de nuestros ojos, maltratada o ultrajada en sus derechos de ser vivo, ante nuestros corazones inmutables, basta para hacer este universo inmundo, que solo sigue respirando por los pocos locos intransigentes, obstinados en negarse a ser felices sin los demás.
Y todo se reduce a esto.

Esta revista improvisada Faim et Soif, nacida de un impulso, ha ido progresando paso a paso.
Y ahora que está firmemente consolidada, valorada por cualquiera que viva en su corazón con la ansiedad de la pena de los demás, puede contemplar la ampliación de su alcance y de su hostigamiento.
En este último número de 1955 se ha pretendido realizar un inventario, de alguna manera, de los organismos más importantes —públicos y privados, nacionales y mundiales—, regidos por estas angustias y deberes universales: el techo, el pan, el trabajo, la escuela, los cuidados… Sigue siendo muy incompleto. Habrá que retomarlo y mantener la opinión pública al día de estas actividades de las que tan poco se le informa por creer que solo le interesa el entretenimiento, cuando se ha visto tan claramente, con el crecimiento rápido de Faim et Soif, por ejemplo, que muchísima gente quiere oír hablar en serio de las cosas serias.

En este nuevo año 1956 centraremos todos nuestros esfuerzos en un trabajo de profundización: a la luz de la experiencia realizada, apoyándonos ahora en estructuras sólidas como lo son toda la Asociación Emaús y sus sucursales, estudiaremos una adaptación de nuestros estatutos y realizaremos después la Escuela de Coordinadores para “la vida entre compañeros”, la reunión de formación para los grupos de “Amigos de Emaús” y los miembros de las distintas “Fraternidades”.
Al mismo tiempo, según la moción fundamental adoptada en el 2° Congreso de la Unión Nacional de Ayuda de las Personas sin Hogar, trabajaremos activamente para implantar en cada provincia de Francia equipos completos, que van a desempeñar a nivel local el tan necesario papel de fermento, no solo para cuestiones relacionadas con la vivienda, sino también con la desconcentración industrial y, como se dice hoy día, “la gestión territorial”.
Por último, gracias a las sólidas relaciones que hemos construido con organismos como Économie et Humanisme y con personas como Josué de Castro y otras que conocen plenamente estas problemáticas y la situación actual de los esfuerzos emprendidos en el mundo, con nuestro Instituto de Investigación y Acción sobre la Pobreza del Mundo (IRAMM) haremos lo posible por responder a las solicitudes de cooperación que nos llegan sin parar a nuestra sede de la calle Bourdonnais, tanto desde Canadá como desde Argentina, Perú, Japón, Dinamarca, el Sureste Asiático y diversos países de África.

¿Qué otra cosa es Emaús, y las otras pocas asociaciones similares, sino el redescubrimiento humilde y providencial de las instrucciones secretas de uso de todo el universo, de ese secreto perdido y reencontrado sin cesar, secreto de la Ley de Leyes, según la cual nada que sea humano tiene valor sin la libre unidad, que solo se puede establecer atendiendo primero a quien más sufre?
El servicio de los fuertes deja de ser justo en cuanto no consigue ponerse al servicio de los débiles.
Y Emaús también es el secreto de saber que dicho servicio prestado primero a quien más sufre no es posible en la vida pública salvo que existan dos vocaciones: la vocación de los realistas, dispuestos a entregarse plenamente, de foma caballeresca, a tal servicio, lanzando el desafío de sus realizaciones al centro de la sociedad; y la vocación de unos pocos “místicos”, extremistas excesivos del amor (si es que se puede exceder en el amar), dispuestos, por su parte, no solamente a servir primero a quien más sufre, sino a identificarse con su condición. Le suman estupor al desafío y obligan, a quien no se blinda voluntariamente en su monstruoso egoísmo, a detenerse, ante sí mismo, y una vez "converso", es decir, vuelto del revés, boca abajo, restablecido, lo obligan a ser, por fin, un verdadero hijo del Hombre, un verdero hermano de Aquel que, cuando era el Verbo Eterno, el Hijo del Eterno, no quiso otro nombre que el de “Hijo del Hombre”, del hombre cuyo desorden vino a redimir al precio de su vida.

¡Ojalá que Emaús —ayer y allá, tierra de desilusión y encuentro— sea, en estos días de Navidad, el símbolo del encuentro de todos aquellos que, sea cual sea su credo, quieren sumarse a esta esencial convicción de que “no vale la pena nacer si no es para amar”, para amar primero y ante todo a esos, a los que más sufren, para quienes, si no sabemos amarlos en actos, la vida parecerá haber sido, en este mundo de bestias, solo una horrible maldición.
¡Ojalá que, con nuestro infatigable esfuerzo, advenga más rápido el día en que, para todos, la Navidad será, por fin, Navidad!

 

Mensaje del Abbé Pierre
Revista Faim & Soif n°10
Edición especial de Navidad 1955 (pág. 11-12)

Mensaje del Abbé Pierre - Navidad 1955